Pleasant View, 1897

Pleasant View, 1897

En 1897 la Sra. Eddy invitó a sus seguidores a visitarla en Pleasant View el Día de la Independencia. Ese año el 4 de Julio cayó en domingo y el lunes se festejó el aniversario. Bien recuerdo esa ocasión. Entre aquellos que realizaron el viaje había una madre acompañada por sus dos hijos. Cuando se acercaba el momento de partir de su casa en el Medio Oeste, se dio cuenta que la niña, de siete años de edad, tenía una hinchazón muy dolorosa en la cabeza y que estaba muy inflamada. En todo el camino a Concord no permitió que se le peinaran sus hermosos rulos, llorando amargamente cada vez que se realizaba el intento. A pesar que la madre intentaba sanar la condición a través del trabajo mental de oración, en la mañana cuando estaban listos para salir hacia Pleasant View la hinchazón había aumentado de modo que sobresalía de la cabeza y estaba más inflamada que nunca. Como la madre estaba decidida a peinar el pelo esa mañana tomó unas tijeras y cortó el pelo todo alrededor de la hinchazón y entonces lavó y peinó el pelo tan suavemente como pudo. Todo el trabajo fue una tremenda ordalía para la niña, y se llevó a cabo en medio de lluvias de lágrimas hasta que la pequeña estuvo pronta para salir. No pudo usar un sombrero liviano de paja con un ramo de margaritas porque la lastimaba. Luego que la alocución había terminado en Pleasant View la Sra. Eddy se sentó en el pórtico y saludó a la gente a medida que pasaban a través del portón de la cochera. La madre era precedida por sus hijos en la fila. Cuando los dos pequeños, un niño de 9 y la niña de 7 llegaron frente a la Sra. Eddy detuvieron a toda la procesión y permanecieron mirando su cara alegremente. La Sra. Eddy los miró y luego miró a la madre y sonrió nuevamente a los niños, mientras alguien les decía que siguieran caminando. Este es el relato de la madre de su experiencia iluminadora: Me gustaría hacerle saber al mundo lo que vi cuando la Sra. Eddy miró a esos niños. Fue una revelación para mí. Vi por primera vez a la verdadera Madre-Amor, y supe que no lo tenía. Fue un sentimiento extraño y agonizante de hallarme absolutamente separada de los niños. Es imposible expresar con palabras lo que el descubrimiento de mi propia carencia del verdadero amor de madre significó para mí. Cuando volví a la procesión y caminé hacia la línea de árboles frente al jardín, había un pájaro apoyado sobre la rama de un árbol y vi el mismo amor sobre aquel pájaro que había visto fluir de la Sra. Eddy a mis hijos. Miré la hierba y las flores y había el mismo Amor descansando sobre ellos. Es difícil para mí expresar con palabras lo que vi. Este Amor estaba por todas partes, era como la luz, pero era algo divino, no mero afecto humano. Miré a la gente dando vuelta por el césped y lo vi vertido sobre ellos. Pensé en las muchas discordias en nuestro movimiento y vi, por primera vez, la absoluta irrealidad de todo sino este Amor infinito. No era solo que estaba presente por todas partes como la luz, sino que era una presencia inteligente que me hablaba y me encontré a mí misma llorando a medida que caminaba por allá y por acá bajo los árboles y diciendo en voz alta: "¿Por qué no te conocí antes? ¿Por qué no te he conocido siempre?" No sé cuánto tiempo pasó hasta que mi hijo vino y me dijo: "Ven mamá, se están yendo". Me metí en el carruaje y conduje hasta el hotel, pero esa misma inteligencia consciente y Amor estaban por todas partes. Descansaba sobre todo en lo que mi pensamiento reparaba. Cuando regresamos al hotel no había más hinchazón en la cabeza de mi niña. Estaba tan lisa como la palma de su mano....Durante semanas esto tuvo un extraño efecto en mí, no podía soportar oír a nadie en un tono malhumorado o duro o hacer algo que pudiese ocasionar dolor. Cada vez que vi a la Sra. Eddy tuve una revelación maravillosa de Dios. Sé que no era una mujer común. Dios la ungió con el óleo de alegría más que a sus compañeros porque "amó la justicia y aborreció la iniquidad". (Hebreos 1: 9). 

QUE LA LUZ DEL AMOR DIVINO ILUMINE DE TAL MANERA TU MENTE QUE TE VEAS A TÍ MISMO EN SU SEMEJANZA, ASÍ COMO LO ERES, LA IMAGEN DE LA MENTE PERFECTA. ASÍ HALLARÉIS TODO EL PODER, SABIDURÍA Y PAZ EN LA BONDAD Y DEMOSTRARÉIS LA GRACIA DEL ESPÍRITU COMO UNA AYUDA SIEMPRE SUFICIENTE PARA AYUDARTE A TI MISMO EN TODO TIEMPO DE NECESIDAD. Mary Baker Eddy Christian Science Sentinel, Julio 25, 1936

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